jueves, 14 de marzo de 2013

Los Sin-Casa

Por fin de había dado la conjunción astral adecuada.
10 am de un sábado cualquiera. Mi santo se había llevado a los niños un rato. La casa no tenía nada pendiente. La comida preparada. La paz del mando estelar era obra mía y sí, me lo había ganado, porque yo lo valgo.
Por primera vez en años (casi tantos como los que tiene la niña de mis ojos) llené la bañera, eché sales aromáticas y un chorreón generoso de aceite de ámbar, que huele a gloria bendita.
Con toda la parsimonia de la que no puedo hacer uso habitualmente, me humedecí el pelo, apliqué la mascarilla, lo envolví en una toalla y me sumergí en el agua, perfectamente preparada para alcanzar el Nirvana.
Ni dos minutos de calma: el timbre. Oooooohhhhhmmmmm. "Si no abro, quien sea se irá y me dejará tranquila". Diez segundos. Nuevo timbrazo. Otro, más seguido. Oooooohhhhhhhmmmm. Otro más. Otro. Cinco minutos sin pausa, quemándome la paciencia y machacando mi momento de calma.
Con todo el mal humor del mundo, salgo de la bañera, me envuelvo en la toalla y me dirijo al dormitorio desde el que se ve la entrada principal.
Imaginaba que serían los bomberos en misión de urgencia (no, hubieran entrado por la fuerza), la Guardia Civil (tampoco, por lo mismo), algún vecino en extraordinaria y urgente necesidad (menos; la gente normal deja de tocar el timbre a la segunda llamada y busca otro vecino más rápido)... Ni idea de quién podía hacer gala de tamaña falta de consideración.
Pues sí. Los Sin-Casa. Niños de vacaciones, con todo el tiempo por delante, para aburrirse y sin saber qué hacer, pero que implique no estar en su casa, faltaba más. Que sus padres quieren estar tranquilos. O trabajando, o lo que sea.
-¿Sale Fulanito?
Ni "hola", ni "Ay, perdona, vengo en mal momento" (obvio; tardé más de cinco minutos en asomar la cabeza entoallada por la ventana, en lugar de abrir la puerta).
Como si no hubiera más deberes en el mundo que atenderles a ellos. Eso sí, con la corrección que tú no has visto. Que cualquier cosa parece mala cara y por menos de nada, acabas tú siendo el malo de la película. Encima.
-No, ha salido con su padre. Tardará en volver.
Tu momento spa, arruinado. Un reguero de agua por el piso que delata tu recorrido. Mosqueo. Un día que empezaba genial, convertido en un asco de día.
4 pm de otro sábado cualquiera, o del mismo, si no importa. Habéis comido opíparamente, has disfrutado cocinando un menú de tres platos y postre. Es el momento de sestear, ovillados delante de la tele, viendo una peli. Sí, una de acción, que ayude a hacer la digestión sin engordar. O una romántica, muy tierna y muy dulce, para acompañar al postre. Puede que hasta con caricias. Relax. El cielo debe ser algo parecido. Si me acercáraris la caja de bombones, ya ...
Nuevamente el timbre. Los mismos. Supongo que sus padres estarán divinamente, disfrutando de su ausencia.
- No, no sale. No son horas de estar en la calle.
Pero no lo pillan.
8:30 pm. Noche cerrada. Ningún sentido permanecer en el parque, porque no se ve el balón. Tus niños se vuelven a casa. Empiezas a preparar la cena, y les dices que vayan duchándose. Pero... suena el timbre. Sí, son ellos, ¿cómo no? Va a ser verdad literal que no tienen casa.
Se meten en la tuya antes, incluso, de que reacciones. Empieza una ronda de wii y sin saber cómo, acaban cenando con vosotros. Ni idea de cómo hacerles notar que no viven contigo. 
A estas alturas, crees que eres el más pringado de la urbanización, porque te crees el único incapaz de decir que no. Pero qué va. Resulta que muchos de tus vecinos pasan por ello con la misma resignación. Justo los padres de esos otros amigos de tus hijos que te saludan con educación, que  no entran en casa sin ser invitados, que tienen claro que al segundo timbrazo no estás o no puedes. Vamos, lo normal: no comportarse como un elefante en una cacharrería.
También hablan de ello tus compañeros de trabajo, otros padres del cole, tu cuñado y hasta tu sobrino (segundo) que se acaba de ir a vivir con la novia. Un mal común como otro cualquiera.
Dice mi amiga K que las urbanizaciones con zonas verdes son la evolución de las corralas  y tiene toda la razón. Demasiadas situaciones paralelas. Demasiada interacción impuesta..
Mis amigas cuentan que deben ser todos familia, que forman una población extendida por toda nuestra geografía.
Una de ellas alucinaba al verles soplar la tarta de su hija de 3 años, que no recordaba haber invitado a ningún niño de 10. De hecho, no recordaba haber cursado ella misma ninguna invitación. Por supuesto, y pese al protagonismo usurpado, el destrozo de la piñata (cosas de niños, que pasan) nunca llegó ningún regalo.
En otra parte, me cuentan de un estudiado acople a la hija de la familia, de modo tal que sin ellos no pudiera subir al coche, para ir comer fuera. Dos cubiertos más costó la broma.
En fin, que son muchas y muy peregrinas las anécdotas sobre el tema.
Uno puede pensar estos niños vienen de familias desestructuradas, padres con problemas de pareja o sabe Dios. Para nada.
Normalmente son una pareja aparentemente bien avenida (a saber lo que cada uno guarda luego en su casa, que no nos importa; pero por justificar lo digo)  tremendamente sociables (a la fuerza, les gusta saber quién se encarga de sus hijos) que ven frecuentemente a sus amigos (mientras haces de canguro gratis) y presumen de lo autónomos e independientes que son sus hijos, porque ellos creen fervorosamente en la necesidad de dejar que los niños se desarrollen (aquí, ya, sientes los chorreones de sangre, de tanto morderte la lengua).
Vamos, que así da gusto. Que el pringado eres tú. A veces.
Porque cuando el finde pasado los viste desayunando plácidamente, al salir de compar las deportivas del pequeño y de camino al parking del centro comercial, pensaste "hoy me he librado, seguro que los tiene Fulano" Y ocultas subrepticiamente la bolsa con las pizzas artesanas, no vayan a verlas y te los manden a cenar.

2 comentarios:

  1. cierto es, que pesaditos se ponen. Y lo peor no es cuando vienen a buscar al niño para ir a jugar, que ahí tendría justificación el tema (aunque les digas que no, que tu niño no sale a jugar a esas horas)... lo peor es cuando llaman porque se les ha colado el balón en tu patio... ¡¡y es la tercera o cuarta vez en toda la tarde!! que digo yo, si juegan en la calle, enfrente mismo de mi puerta ¿la pista de fútbol está de adorno? En fin, que luego ves a los padres de las criaturas y lo entiendes todo.

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  2. Todavía no me había estrenado en tu casa, una estancia acogedora, donde me encanta perderme entre esas palabras que manejas con una habilidad que me entusiasma, he leído todo y como siempre he aprendido un poquito de tus experiencias, empatizando sin problema alguno sobre todo en esta ultima entrada.
    Un besote amiga, nos seguimos también por aquí.

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