viernes, 22 de marzo de 2013

Ladies Of Spain: Mejor que no.

Ya está aquí la Semana Santa. Seguro que estáis preparando maletas y gadgets para llevaros, o planes para disfrutar, donde quiera que vayáis a estar.
Para mí, un placer irrenunciable es la lectura. Mejor en un entorno idílico y con una bebida ad-hoc, adecuada al momento y al ánimo (desde un  humeante café con leche, hasta cualquier cosa que se os pueda ocurrir)
Lo que no concibo, son unas vacaciones sin libros.
Bueno, pues como se trata de desconectar, a veces se tiende a la lectura ligera, lo que no es en absoluto criticable. La cosa es leer de todo.
Es posible que os haya llegado algún comentario en tertulias de radio o tv, alguna referencia en prensa o simplemente lo hayáis visto en vuestra librería. Es el "it book" del momento. La vida mediática está llena de referencias, que no de citas, como si desvelara la quintaesencia de los entresijos de Zarzuela. Pero no. Un fiasco.
Hacedme caso, no malgastéis el dinero comprando "Ladies of Spain", de Andrew Morton. Es absolutamente prescindible.
En primer lugar, decir que no aporta nada nuevo. Que es un resumen de los libros de Pilar Urbano, Carmen Duerto, Paul Preston, Jose Luis de Vilallonga, Pilar Eyre, Eduardo Inda y Esteban Urreitztieta y algún otro que se me escape. Lo poco que queda, sale de algún artículo y de la rumorología.
Es más, si habéis seguido las informaciones de Casa Real, en los medios on line, seguramente no encontréis nada más en el libro.
La otra parte de la historia es el tono ultracondescendiente del escritor, con ese chovinismo tan propio de los ingleses que se basa en dos puntos:
-Decir una cosa y la contraria para generar la impresión de que siempre tienen razón. Esto referido  a su opinión de las monarquías europeas y de la española en particular.
-Ensalzar sin rebozo y sin objetividad la monarquía británica, en las figuras de la Reina Isabel II y su "heredero", el Príncipe Guillermo. Por supuesto, el otrora biógrafo de Diana de Gales  obvia el hecho de que el llamado a suceder es el Príncipe de Gales, y no su hijo y carece de memoria retrospectiva sobre los escándalos de otras muchas figuras de la Familia Real Británica. De risa el episodio en que cuenta que la Princesa Margarita escribió a Sarah Ferguson diciéndole cómo había avergonzado a la realeza. El autor no cuenta si la carta fue escrita desde su refugio de Mustique.
Por lo demás, yo debo haber vivido en otro país durante los últimos 20 años, pesto que no me he enterado de las graves críticas vertidas por el pueblo español (jactancioso de su joven y cercana monarquía de nuevo cuño, a decir de Morton) sobre la ejemplar institución británica. Parece ser que  causando intenso dolor al autor, que aprovecha la ocasión para recordalas (o inventarlas, más bien) cual si fuera una vendetta.
En fin, que busquéis bien en vuestra librería, y que este libro lo compren los ingleses si les interesa, que lo dudo.
Mil veces mejor "El Aire Que Respiras" de Care Santos, o "El Cumpleaños secreto" de Kate Morton que es un valor seguro para vacaciones.
Otro día os cuento más.
 

jueves, 14 de marzo de 2013

Los Sin-Casa

Por fin de había dado la conjunción astral adecuada.
10 am de un sábado cualquiera. Mi santo se había llevado a los niños un rato. La casa no tenía nada pendiente. La comida preparada. La paz del mando estelar era obra mía y sí, me lo había ganado, porque yo lo valgo.
Por primera vez en años (casi tantos como los que tiene la niña de mis ojos) llené la bañera, eché sales aromáticas y un chorreón generoso de aceite de ámbar, que huele a gloria bendita.
Con toda la parsimonia de la que no puedo hacer uso habitualmente, me humedecí el pelo, apliqué la mascarilla, lo envolví en una toalla y me sumergí en el agua, perfectamente preparada para alcanzar el Nirvana.
Ni dos minutos de calma: el timbre. Oooooohhhhhmmmmm. "Si no abro, quien sea se irá y me dejará tranquila". Diez segundos. Nuevo timbrazo. Otro, más seguido. Oooooohhhhhhhmmmm. Otro más. Otro. Cinco minutos sin pausa, quemándome la paciencia y machacando mi momento de calma.
Con todo el mal humor del mundo, salgo de la bañera, me envuelvo en la toalla y me dirijo al dormitorio desde el que se ve la entrada principal.
Imaginaba que serían los bomberos en misión de urgencia (no, hubieran entrado por la fuerza), la Guardia Civil (tampoco, por lo mismo), algún vecino en extraordinaria y urgente necesidad (menos; la gente normal deja de tocar el timbre a la segunda llamada y busca otro vecino más rápido)... Ni idea de quién podía hacer gala de tamaña falta de consideración.
Pues sí. Los Sin-Casa. Niños de vacaciones, con todo el tiempo por delante, para aburrirse y sin saber qué hacer, pero que implique no estar en su casa, faltaba más. Que sus padres quieren estar tranquilos. O trabajando, o lo que sea.
-¿Sale Fulanito?
Ni "hola", ni "Ay, perdona, vengo en mal momento" (obvio; tardé más de cinco minutos en asomar la cabeza entoallada por la ventana, en lugar de abrir la puerta).
Como si no hubiera más deberes en el mundo que atenderles a ellos. Eso sí, con la corrección que tú no has visto. Que cualquier cosa parece mala cara y por menos de nada, acabas tú siendo el malo de la película. Encima.
-No, ha salido con su padre. Tardará en volver.
Tu momento spa, arruinado. Un reguero de agua por el piso que delata tu recorrido. Mosqueo. Un día que empezaba genial, convertido en un asco de día.
4 pm de otro sábado cualquiera, o del mismo, si no importa. Habéis comido opíparamente, has disfrutado cocinando un menú de tres platos y postre. Es el momento de sestear, ovillados delante de la tele, viendo una peli. Sí, una de acción, que ayude a hacer la digestión sin engordar. O una romántica, muy tierna y muy dulce, para acompañar al postre. Puede que hasta con caricias. Relax. El cielo debe ser algo parecido. Si me acercáraris la caja de bombones, ya ...
Nuevamente el timbre. Los mismos. Supongo que sus padres estarán divinamente, disfrutando de su ausencia.
- No, no sale. No son horas de estar en la calle.
Pero no lo pillan.
8:30 pm. Noche cerrada. Ningún sentido permanecer en el parque, porque no se ve el balón. Tus niños se vuelven a casa. Empiezas a preparar la cena, y les dices que vayan duchándose. Pero... suena el timbre. Sí, son ellos, ¿cómo no? Va a ser verdad literal que no tienen casa.
Se meten en la tuya antes, incluso, de que reacciones. Empieza una ronda de wii y sin saber cómo, acaban cenando con vosotros. Ni idea de cómo hacerles notar que no viven contigo. 
A estas alturas, crees que eres el más pringado de la urbanización, porque te crees el único incapaz de decir que no. Pero qué va. Resulta que muchos de tus vecinos pasan por ello con la misma resignación. Justo los padres de esos otros amigos de tus hijos que te saludan con educación, que  no entran en casa sin ser invitados, que tienen claro que al segundo timbrazo no estás o no puedes. Vamos, lo normal: no comportarse como un elefante en una cacharrería.
También hablan de ello tus compañeros de trabajo, otros padres del cole, tu cuñado y hasta tu sobrino (segundo) que se acaba de ir a vivir con la novia. Un mal común como otro cualquiera.
Dice mi amiga K que las urbanizaciones con zonas verdes son la evolución de las corralas  y tiene toda la razón. Demasiadas situaciones paralelas. Demasiada interacción impuesta..
Mis amigas cuentan que deben ser todos familia, que forman una población extendida por toda nuestra geografía.
Una de ellas alucinaba al verles soplar la tarta de su hija de 3 años, que no recordaba haber invitado a ningún niño de 10. De hecho, no recordaba haber cursado ella misma ninguna invitación. Por supuesto, y pese al protagonismo usurpado, el destrozo de la piñata (cosas de niños, que pasan) nunca llegó ningún regalo.
En otra parte, me cuentan de un estudiado acople a la hija de la familia, de modo tal que sin ellos no pudiera subir al coche, para ir comer fuera. Dos cubiertos más costó la broma.
En fin, que son muchas y muy peregrinas las anécdotas sobre el tema.
Uno puede pensar estos niños vienen de familias desestructuradas, padres con problemas de pareja o sabe Dios. Para nada.
Normalmente son una pareja aparentemente bien avenida (a saber lo que cada uno guarda luego en su casa, que no nos importa; pero por justificar lo digo)  tremendamente sociables (a la fuerza, les gusta saber quién se encarga de sus hijos) que ven frecuentemente a sus amigos (mientras haces de canguro gratis) y presumen de lo autónomos e independientes que son sus hijos, porque ellos creen fervorosamente en la necesidad de dejar que los niños se desarrollen (aquí, ya, sientes los chorreones de sangre, de tanto morderte la lengua).
Vamos, que así da gusto. Que el pringado eres tú. A veces.
Porque cuando el finde pasado los viste desayunando plácidamente, al salir de compar las deportivas del pequeño y de camino al parking del centro comercial, pensaste "hoy me he librado, seguro que los tiene Fulano" Y ocultas subrepticiamente la bolsa con las pizzas artesanas, no vayan a verlas y te los manden a cenar.